El mundo patata, un regalo para nuestros sentidos

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Cuando nuestros benditos conquistadores de América cargaban barcos de oro y plata, no podían imaginar que la riqueza más grande que se llevaban de aquella maravillosa tierra iba en una humilde maceta con una planta de patata o papa, que se ajusta más a su nombre original proveniente del quechua. Tubérculo parecido a una manzana oscura (la pomme de terre de nuestros vecinos franceses) que ha sido capaz de quitar el hambre a generaciones, a la par que hacer las delicias de nuestros paladares.

 

Y aunque se tardó en consumirla por los europeos al principio, dado que no pasaba de ser una planta curiosa de jardín, por su rareza, con el tiempo cada vez más se utilizó para comer; de hecho, hoy en día sería impensable para una cocina que se precie prescindir de este ingrediente, ya sea como acompañante, pues marida casi con cualquier cosa, o como actor principal.



Su valor nutricional es de lo más completo, y aunque sea enemiga de algunas dietas por su alto contenido en carbohidratos, nos aporta grasas, proteínas, vitaminas (del grupo B y C), calcio, hierro, magnesio, fosforo, potasio y sodio. Que no es poco.

Los platos más geniales elaborados con patatas, son de lo más humildes y populares; no en vano la papa vino para alimentar a una población cada vez más creciente, con lo que es de la sabiduría popular de donde salen los mejores platos.

Como acompañante, simplemente fritas, son la delicia de niños y la mayoría de adultos. No digamos si se acompañan con alguna salsa, sobre todo ketchup, que se ha convertido casi en compañero de viaje inevitable.

No digamos las exquisitas panaderas, haciendo que una buena carne, y a veces también pescado, se alcen a la categoría de sublimes.

Las patatas a lo pobre, que nos hacen pensar que quizás los pobres comen mejor que los ricos, y que pueden acompañar también a un buen plato.

Los mejores guisos, ya sean de carne o de pescado, se ayudan y ganan con las papas, sus caldos quedan más ligados, más redondos, a la vez que ellas mismas acogen todos los sabores de los demás ingredientes, convirtiéndose a veces en las piezas más deseadas del mismo.

Cocidas o asadas, sin más, salpimentadas y con un poco de aceite, en puré, en chips, las papas son siempre agradecidas, y te dan más de lo que tú le pides.

Los platos tradicionales que se elaboran con ellas son capítulo aparte. Variedad y cantidad, y los bares y restaurantes donde se elaboran desde años se han convertido en templos de la gastronomía popular.

Las patatas bravas, que como ocurre con los grandes clásicos como la paella o las migas, en cada ciudad o región las hacen con un toque diferente; así se pueden encontrar desde Sevilla (Salomón el rey de los pinchitos) a Barcelona (Bar Tomás), pasando por Madrid (Docamar), Valencia (Rausell), Salamanca ( Tapas 2.0), Logroño (Jubera) o León (El Bodegón), ejemplos de este sabrosa tapa que no puede faltar en una terraza acompañando unas cañas, un Domingo por la mañana.

Que decir de las revolconas de Ávila, con esos sublimes torreznos que las coronan, y que levantan hasta un muerto en los gélidos días de invierno de esta hermosa ciudad. En el Bar Aguilucho, o en Restaurante Bar Sur puedes encontrar las mejores de la ciudad.

Si se la conoce a Palencia por algo, es por sus patatas a la importancia, que ya solo con el nombre, ganas nos dan de desplazarnos hasta allí, solo por satisfacer nuestra curiosidad. En la Traserilla o en la Tapería del 10 podemos degustar las mejores en todas las épocas del año.

Y un poco más al norte no podemos dejar de comer un buen plato (o dos) de patatas a la riojana, y comprobar que buen casamiento hacen las patatas con el chorizo, otro de los productos clásicos y populares de este país; en Logroño puedes degustarlas en casa Paco o las Cubanas.

Regalo-para-nuestros-sentidos
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Y ya que estamos de ruta nos vamos al sur más extremo de España y de Europa y aterricemos en las islas afortunadas. Como no, las papas arrugás aliñadas con esos mojos maravillosos, rojo o verde, que las elevan a manjar de dioses. En Santa Cruz de Tenerife en la Bodeguita Canaria dan fe de ello, entre otros muchos lugares de las islas.

En Galicia la patata, la buena patata es una religión. Y en esta bendita tierra yo creo que tienen las mejores; los cachelos gallegos pueden acompañar a casi todo. Que sería del pulpo a feira sin esos cachelos maravillosos.

Y para cerrar el círculo porque redonda tiene que ser, no nos podemos olvidar de la tortilla de patatas. La tortilla española, emblema a la par que la bandera de este país, conocida en el mundo entero, y apreciada casi por todos. Muchos son los bares y restaurantes que presumen de elaborar la mejor, e incluso para algunos de ellos es su razón de ser. Ejemplo también de que dos productos humildes y nada pretenciosos como la papa y el huevo dan lugar a esta joya culinaria. Aquí el “menos es más”, se eleva a la enésima potencia. Accesible, cotidiano, popular y sencillamente maravilloso.

Sin duda me olvido de multitud de platos y elaboraciones con la papa realizadas en nuestro querido país, y que ni decir tiene, no he hecho mención alguna de platos típicos de otros países, que los tienen y muchos; la intención es poner en valor a este producto tan nuestro y tan cotidiano, y así disfrutar de lo mucho que nos ofrece. Si, el mundo patata es un regalo para nuestros sentidos.

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